jueves, 19 de febrero de 2009

Campesinos, granaderos y otros domesticados

A no confundirse, no es lo mismo encarcelar octogenarios militares del proceso, que enfrentarse con el espíritu combativo de los hombres del campo. Las FFAA, por su verticalidad, su deterioro progresivo y sistemático, fueron desmotivadas, desmoralizadas, desarmadas, prácticamente disueltas y neutralizadas, a tal punto hoy ya no sirven para un simple cambio de guardia simbólico. A modo de ejemplo, los medios nos informan que en una medida sin antecedentes, la guardia de honor de Los Granaderos a Caballo no formará parte de la celebración del 231º aniversario del nacimiento del Libertador, porque en el acto estará el archi rival vicepresidente Cleto Cobos. Tampoco es casualidad que la delincuencia organizada domine la Argentina y que tenga rienda suelta, porque todas las policías del país sufrieron un deterioro similar a las FFAA.
La gran perplejidad del Gobierno ante la resistencia del campo surgió por un error de encasillamiento, porque en su análisis incluyó a los productores rurales como si fueran simples empresarios de un sector determinado.
A muchos de los comerciantes o industriales, el gobierno los tiene bien catalogados, domesticados y sabe manejarlos apelando a su codicia. Para muchos empresarios, la relación con sus fuentes de producción puede ser más o menos abstracta. Sus máximos ejecutivos, la mayoría de las veces, pasan de conducir una fábrica de galletitas a una petrolera. Lo mismo hacen los accionistas: invierten en diferentes empresas guiados casi exclusivamente por la rentabilidad de corto plazo, y si la actividad se convierte en deficitaria, migran a otra. El mejor ejemplo es el comportamiento de las multinacionales: Si un país deja de ser atractivo, siempre habrá otro mejor. Sabia la frase: "el capital siempre es cobarde".
El tema del campo es muy distinto, los productores rurales quieren ganar dinero como los empresarios, pero son otra clase de personas. La relación con su medio de producción no es abstracta, sino que es visceral. La incidencia que tiene la naturaleza en la suerte de su producción genera vínculos casi religiosos con esa tierra que trabajan. Los padres y abuelos de los productores se dedicaron a esa misma actividad, y no pocas veces ese mismo campo fue el que albergó la casa donde viven o se criaron sus hijos. La propiedad rural tiene una relación con la propiedad privada muy particular: la posesión privada es vivida como absoluta y perpetúa.
En este segundo round del Gobierno vs. Campo, ya no es ningún secreto para el pueblo argentino, que el verdadero motivo del enfrentamiento es meramente recaudatorio, por la parte colosal de la renta agraria que el Estado quiere llevar a sus arcas, y hoy todo ese discurso neo progresista de la justa distribución y la defensa del pequeño y mediano productor, hoy es tan falso como algunos títulos de funcionarios. Ante esta realidad y las malas noticias de las encuestas, la burocracia gobernante del interior día a día se disgrega.
El gobierno domesticó a los industriales, a la CGT y a otros, pero la realidad le mostró que debe competir con la dirigencia rural, con políticos opositores que aprendieron a unirse, más el éxodo de tropa propia. La realidad no se inventa, la realidad se palpa, se analiza, se modifica y, eventualmente, se mejora. Pero siempre se la debe tener en cuenta. Nunca inventarla. Este fue pecado mortal del gobierno y de nuestra tragedia argentina actual.


Aníbal Hardy
hardyani@arnet.com.ar

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