Todos somos Tartagal
Los rostros curtidos por las desgracias de nuestros compatriotas de Tartagal reflejan la resignación absoluta de sus tristes destinos, en sus ojos la falta de esperanza nos mira directamente a nuestros corazones como esperando una respuesta que saben que no la tendrán. Mientras los evacuados emprendian el penoso exilio de sus hogares la presidenta de los argentinos con una frivolidad que asusta, manifestó que se impactó con la pobreza estructural salteña, al ver a hombres, mujeres y niños cargando sus humildes pertenencias, abandonando sus casas huyendo del alud de agua y barro. Ese exilio amargo de quienes luchan por sobrevivir ante un gobierno indiferente que se autoproclama adalid de los derechos humanos, y el pueblo, aquel por el cual dicen luchar sufre la agonía de la extrema pobreza. Duele esa cruel hipocresía que sigue sangrando a muchos inocentes, mientras el resto del país siente como propia esa herida ajena.
Un gobierno adulado por sindicalistas que siguen emulando a sus antecesores en pactos siniestros y en bienes acumulados. Un país gobernado entre bambalinas, mientras miles de ciudadanos viven rehenes de planes sociales y mueren tristemente en la infamante y creciente pobreza extrema.
Una tristeza comparable solo con la desvergüenza de un gobierno impiadoso que nos lleva a la injusticia sin par de ver a nuestros compatriotas escapando de las aguas que los acorralan, como los acorralan sus políticas inmorales de asistencialismo tanto a ciudadanos como a gobernadores, con obras públicas y coparticipación.
Es hora de comenzar a reaccionar antes de que tengamos que exiliarnos de nuestras creencias, acorralados por la vergüenza y perseguidos por nuestras conciencias. Los argentinos esperan que en algún lugar de nuestra enorme y rica geografía, se geste un grito de Libertad, y que el mismo salga de nuestros gobernantes locales rehenes del Ejecutivo Nacional, porque del Congreso Nacional no podemos esperar nada, ya cedió sus poderes, y de la Justicia tampoco, porque sigue con su mirada daltónica. Dios quiera que podamos escuchar muy pronto ese primer grito en el norte argentino, y que surja de la garganta de nuestros gobernadores.
Aníbal Hardy
hardyani@arnet.com.ar
martes, 17 de febrero de 2009
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Mi querido amigo Hardy
ResponderEliminarAcabo de leer su mensaje referido al drama de Tartagal. Aparte de sus
sentidas palabras, le cuento que cuando me recibí de Subteniente el 20
de didicmbre de 1934, me destinaron al 18 de Infantería en Santiuago del
Estero, el que fue destinado a la frontera con Bolivia durante aquella
guerra entre Bolivia y Paraguay. El destino era TARTAGAL, al que conocí
en enero de 1935. Vivíamos en carpas cubiertas de ramas hechas por los
indios Wichis. Me hice muy amigo del cacique, el que me regaló una mona
blanca, que me hizo compañía en Tartagal, hasta que me enfermé de
paludismo y me tuvieron que trasladar al Hospital de Salta. De manera
que conocí Tartagal desde aquella fecha en que habían muy pocas casas.
Por eso me imagino lo que pudo haber sido hoy, tras aquel drama que hoy
vivimos todos los argentinos que nos sentimos realmente hermanos.
Harmano Hardy : interpreto perfectamente sus sentimientos en estas horas
y no agrego más nada porque vivo una realidad de la que no podemos
desprendernos, y es la de la enfermedad cancerosa que sufre nuestro
país. Lo demás lo dejo en manos de Dios, que sabe perfectamente cómo y
cuándo durará nuestro calvario.
Le envío un fuerte abrazo, y no desespere. Falta
poco. ENRIQUE D. MOSQUERA
EXCELENTE !!!!
ResponderEliminarMuy duro, no solo por el reclamo a los gobiernos provinciales de quese pongan los pantalones largos sino porque me generó una movilidad interior muy fuerte, me cuestiono personalmente que estoy haciendo desde mi metro cuadrado para que esto cambie.
Desde este punto de vista, creo que la reacción debe ser de todos y cada uno de nosotros y no de los gobiernos provinciales
Un fuerte abrazo
Leo